Amarnos y curarnos a nosotros mismos
Lo de amar al prójimo como a uno mismo alerta de que, para llegar al otro, primero hay que curar los muchos desamores que tenemos a nosotros mismos. El juez más duro que conocemos vive en nuestro propio corazón, sin ir más lejos. Hemos de citarnos con él, mirarlo a los ojos y, de alguna forma, decirle que… lo queremos. ¡Lo que rechazamos de nosotros mismos es también nuestro prójimo!
¡Buena semana de inicio de noviembre!
Francisco José Ruiz Pérez, sj
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