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Un espacio de encuentro para el diálogo entre la Fe, la Cultura y la Justicia

fecha

11 diciembre, 2017

Mensaje del Papa para la Jornada Mundial del Emigrante y el Refugiado

Welcome refugees

ACOGER, PROTEGER, PROMOVER E INTEGRAR A LOS EMIGRANTES Y REFUGIADOS

Queridos hermanos y hermanas:

«Al forastero que reside junto a vosotros, le miraréis como a uno de vuestro pueblo y lo amarás como a ti mismo; pues forasteros fuisteis vosotros en la tierra de Egipto. Yo, Yahveh, vuestro Dios.» » (Lv 19,34).

Durante mis primeros años de pontificado he manifestado en repetidas ocasiones cuánto me preocupa la triste situación de tantos emigrantes y refugiados que huyen de las guerras, de las persecuciones, de los desastres naturales y de la pobreza. Se trata indudablemente de un «signo de los tiempos» que, desde mi visita a Lampedusa el 8 de julio de 2013, he intentado leer invocando la luz del Espíritu Santo. Cuando instituí el nuevo Dicasterio para el Servicio del Desarrollo Humano Integral, quise que una sección especial —dirigida temporalmente por mí— fuera como una expresión de la solicitud de la Iglesia hacia los emigrantes, los desplazados, los refugiados y las víctimas de la trata.

Cada forastero que llama a nuestra puerta es una ocasión de encuentro con Jesucristo, que se identifica con el extranjero acogido o rechazado en cualquier época de la historia (cf. Mt 25,35.43). A cada ser humano que se ve obligado a dejar su patria en busca de un futuro mejor, el Señor lo confía al amor maternal de la Iglesia.

Descargar el texto completo – Mensaje del Papa para la Jornada Mundial del Emigrante y el Refugiado 2018

Un espacio para la reflexión

Somos mucho más que nuestros problemas

No imposible

A las cosas que nos preocupan hay que reconocerles la importancia que poseen, pero no más. Sobrevalorarlas las convierte en dolorosas. Para evitar eso, nos debería consolar la paz de haber hecho todo lo posible para que lo que nos pesa salga adelante. Y así se logra lo más difícil: que los problemas reconozcan que quienes han de sufrirlos son aún más importantes que ellos.

¡Buen Adviento!

Francisco José Ruiz Pérez, sj

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