¿Para qué tanta prisa?
Raramente nos deja tenerlo para lo importante…, y nos llena la vida de oportunidades perdidas. Con frecuencia nos obliga a mirar el reloj, no a quien está delante de nosotros…, y las tareas nos vacían de personas. Muchas veces nos hace creer que todo ha de ser instantáneo…, y sentimos que nos ahoga la impaciencia… No hablamos del tiempo, sino de su cáncer: la maldita prisa, la que pospone para otra fecha de un calendario inexistente lo esencial, los amigos y la esperanza.
Francisco José Ruiz Pérez, sj
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