El pasado martes, 23 de octubre, se llevó a cabo la primera sesión del ciclo de conferencias “La reconciliación, un deber ético” con el que el Centro Loyola de Las Palmas quiere sumarse a las cientos de voces que, tanto en el seno de la Iglesia como en el conjunto de la sociedad, reclaman que sea una de las tareas que ocupe los primeros lugares en la agenda pública.
La Compañía de Jesús, por su parte, ha puesto en la tarea de la reconciliación uno de los acentos de su misión actual. Tender puentes que unan las realidades separadas por los múltiples conflictos es un imperativo ético y evangélico al que, con el concurso de todas y todos, queremos responder.
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28 octubre, 2018 at 1:05 am
Me entusiama vuestro fecundo trabajo. La Reconciliación es un camino a recorrer, no exento de algunos obstáculos, que con la mejor voluntad, pueden y deben ser salvables.
Hablar de Reconciliación, ha de implicar un cambio de actitud y mentalidades, las que sabemos generan conflicto y hacen daño, son fruto de la rivalidad, envidia y soberbia, provocando a su vez miedos y recelos, el rechazo de personas, que no empatizan ni son afines, con nuestra manera de pensar y ver la realidad.
Reconciliación es una palabra «SAGRADA», llena de Amor y de Perdón. No debemos aceptar la idea de «rebajas y saldos» como si de una mercancía de ocasión se tratara. Reconciliarse con el otro es CONVERTIRNOS del mal causado, reconocer y rectificar, sin ofrecer resistencias al bien.
Acoger, dialogar, discernir para después integrar, respetando la libertad y los tiempos del otro, su dignidad y derechos.
No vayamos de «perdonavidas», como quien hace un favor, pasa factura fijando «el precio». Estas actitudes lo único que logran es condicionar el perdón, al interés y conveniencia personal, dando lugar a Reconciliaciones falsas, de mera apariencia.
Es necesario el arrepentimiento cabal y honesto, resarcir al otro del mal causado y en la medida que se pueda.
Respecto a sentir, experimentar que hemos sido perdonados, la cualidad esencial es, reconocer con humildad nuestra fragilidad y torpeza, hemos sido llamados a la Conversión, por pura Gracia de la Misericordia de Dios.
La Reconciliación abre debate extenso y es, sin duda, Camino de encuentro y entendimiento, acercando posturas dispares y sin otro presupuesto, que hallar cuánto nos une, edificar piedras vivas, donde apoyar la vida y las relaciones con los demás, en la confianza plena de saber, que el Padre aguarda hoy y siempre, la llegada de sus hijos-as.
Sobran, sí, tantos «hermanos-as mayores, cuyo afán entorpece y coarta la Misericordia y perdón, haciendo dificultoso, el Camino hacia el Amor del Padre. Pues a seguir sumando voluntades, en la tarea de la Reconciliación, la que hará la vida más humana y más digna para todos-as.
Miren Josune
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