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14 noviembre, 2018 at 2:48 pm
Un relato en verdad apocalítico, que no difiere mucho de tantos convulsos tiempos de la vida e historia, con sus secuelas de muerte y desolación.
El corazón del hombre y la mujer, se ve sometido a la adversidad de los días aciagos de la existencia, sienten dentro de su Ser, que todo se tambalea y resquebraja, como el frágil «barro» del que están hechos.
Sin duda, el ser humano tiene sus límites que no debiera atravesar y, sin embargo, no parece en muchos momentos tener en cuenta, llevado del mero instinto.
Y hablando de fragilidades, la vida pende del «ruah de Dios».
Voy a narrar un hecho acontecido hace pocos días y que me cuesta olvidar: acababa de entrar a paso ligero en el metro, pues bien sabemos que los conductores no esperan, por tener el tiempo establecido, y se ponen en marcha, aunque te vean a la puerta del vagón; nada que contradecir sino fuera por el «factor humano».
Una mujer venía corriendo, quiso entrar justo en el momento de estar cerrándose las puertas, se cayó de espaldas quedando atrapadas sus extremidades entre las puertas del metro y el andén.
El conductor paró su accionar y afortunadamente fue tan sólo el susto. Pudimos ayudarla a ponerse en pie. Estaba bien y no se había hecho daño físico alguno, a pesar de lo aparatoso de la caída. Siguió su trayecto llorando agradecida y mirando hacia arriba nos repetía: «hoy ALGUIEN lleno de Amor, me ha salvado la vida, por mis hijos, mi esposo».
Nuestra vida, ¿pendiente de un «hilo» que puede romperse? No, asidos hoy y siempre al inefable y Misericordioso Amor de Dios.
Son signos visibles, abriendo la «puerta» de nuestro corazón, a ese SER, que un día insufló su «aliento» de vida y mantiene nuestro pálpito sin soltarnos del todo.
Es muy posible que el final nos sorprenda, más sigue estando abierto, el dintel de esa «puerta» diáfana, la que nada ni nadie podrá cerrar, pues en ella nos aguarda Jesús.
¡Alertas! El Amor viene, él viene siempre.
Miren Josune
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