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Es admirable y muy digno este nombre: María, Señora de la Prontitud. Así es como, el Papa Francisco, ha querido llamar a esta sencilla mujer, nacida en Nazaret, llena de la Gracia que la hace “favorita” ante Dios.
El Evangelio nos relata, el gesto diligente, la Prontitud de María, Alegría gozosa del Amor, que ella quiso transmitir, a través del Espíritu que la habitaba, y la empujaba a salir “deprisa” hacia la montaña, llevando dentro de sí, el Canto jubiloso y lleno de Gratitud: ¡MAGNIFICAT!
Cuando estamos rebosantes de Amor, sentimos el fuerte pálpito del corazón, alentando nuestra vida con fuerza. Corren veloces los pies y parece que tuvieran “alas”. Se dibuja en el rostro, la alegre expresión de la sonrisa diáfana, sintiendo que renace y se renueva nuestra Esperanza y el sentido de nuestra vida.
Son muy diferentes las prisas y esa vida de vértigo, a las que el hombre y la mujer de hoy, han tenido que ir adaptándose, por exigencias de tantos roles, los marcados desde fuera. Así es como se ha ido perdiendo, la verdadera libertad, en aras del I+D de la llamada “excelencia”, la que nos deja exhaustos y nos roba nuestro preciado tiempo, vaciando la vida del genuino y verdadero sentido.
En medio del acelerado existir, cuyo síntoma más común, es el estrés y la ansiedad por llegar no se sabe muy bien dónde, es saludable hacer silencio de vez en cuando, dejar aparcadas las prisas aceleradas, tantas voces y ruidos que alejan del sentido verdadero de nuestra vida. De este modo, responderemos a la llamada del Espíritu, para hacer el bien, cuanto Dios nos pide, es su voluntad. Nuestras acciones, tendrán credibilidad ante los otros, serán reflejo del Amor que anida en nuestro corazón.
Contemplar la humilde sencillez de estas dos mujeres, Marîa e Isabel, habitadas por el Espíritu de Dios, que aletea sobre ellas en la espera confiada. Promesa de Dios, la que impulsa a María a salir de sí misma, del arrobo y embeleso, para ir al encuentro de la necesidad y compartir el Amor, la Alegría que la habita.
Sra.de la Prontitud diligente en dar su respuesta al Amor.
Es tiempo de mujeres lúcidas y transparentes: nada que ocultar ni aparentar, sino la Alegría del Amor que las habita, el cual, hace que su vida esté abierta a la necesidad, la pobre carencia del otro.
Se habla mucho de las mujeres, de sus justas aspiraciones en el servicio a la Iglesia, las tareas y Ministerios diversos a asumir. Sigue el inmovilismo cerrado de acciones concretas.
El Papa Francisco, ha venido pronunciándose con claridad. Somos la clara “urgencia” de la Iglesia de hoy, no porque sea una reivindicación justa por parte de la mujer, sino porque la acción del Espíritu está guiando hacia dónde deben remar, hacer la “ciaboga” nuestros Pastores, retomando los carismas de las primeras comunidades, donde los hombres y mujeres, ponían todo en común: capacidades, bienes, talentos y las obras de Misericordia.
María nos indica el Camino a seguir, sin otra aspiración, que ser presencia activa y fecundo fruto del Amor de Jesús.
Vamos contigo María, cantando el himno de alabanza y gratitud:
¡MI ALMA SE ENGRANDECE EN EL SEÑOR, MI ESPÍRITU SALTA DE GOZO EN DIOS SALVADOR!
21 diciembre, 2018 at 12:39 am
NTRA. SRA. DE LA PRONTITUD
Es admirable y muy digno este nombre: María, Señora de la Prontitud. Así es como, el Papa Francisco, ha querido llamar a esta sencilla mujer, nacida en Nazaret, llena de la Gracia que la hace “favorita” ante Dios.
El Evangelio nos relata, el gesto diligente, la Prontitud de María, Alegría gozosa del Amor, que ella quiso transmitir, a través del Espíritu que la habitaba, y la empujaba a salir “deprisa” hacia la montaña, llevando dentro de sí, el Canto jubiloso y lleno de Gratitud: ¡MAGNIFICAT!
Cuando estamos rebosantes de Amor, sentimos el fuerte pálpito del corazón, alentando nuestra vida con fuerza. Corren veloces los pies y parece que tuvieran “alas”. Se dibuja en el rostro, la alegre expresión de la sonrisa diáfana, sintiendo que renace y se renueva nuestra Esperanza y el sentido de nuestra vida.
Son muy diferentes las prisas y esa vida de vértigo, a las que el hombre y la mujer de hoy, han tenido que ir adaptándose, por exigencias de tantos roles, los marcados desde fuera. Así es como se ha ido perdiendo, la verdadera libertad, en aras del I+D de la llamada “excelencia”, la que nos deja exhaustos y nos roba nuestro preciado tiempo, vaciando la vida del genuino y verdadero sentido.
En medio del acelerado existir, cuyo síntoma más común, es el estrés y la ansiedad por llegar no se sabe muy bien dónde, es saludable hacer silencio de vez en cuando, dejar aparcadas las prisas aceleradas, tantas voces y ruidos que alejan del sentido verdadero de nuestra vida. De este modo, responderemos a la llamada del Espíritu, para hacer el bien, cuanto Dios nos pide, es su voluntad. Nuestras acciones, tendrán credibilidad ante los otros, serán reflejo del Amor que anida en nuestro corazón.
Contemplar la humilde sencillez de estas dos mujeres, Marîa e Isabel, habitadas por el Espíritu de Dios, que aletea sobre ellas en la espera confiada. Promesa de Dios, la que impulsa a María a salir de sí misma, del arrobo y embeleso, para ir al encuentro de la necesidad y compartir el Amor, la Alegría que la habita.
Sra.de la Prontitud diligente en dar su respuesta al Amor.
Es tiempo de mujeres lúcidas y transparentes: nada que ocultar ni aparentar, sino la Alegría del Amor que las habita, el cual, hace que su vida esté abierta a la necesidad, la pobre carencia del otro.
Se habla mucho de las mujeres, de sus justas aspiraciones en el servicio a la Iglesia, las tareas y Ministerios diversos a asumir. Sigue el inmovilismo cerrado de acciones concretas.
El Papa Francisco, ha venido pronunciándose con claridad. Somos la clara “urgencia” de la Iglesia de hoy, no porque sea una reivindicación justa por parte de la mujer, sino porque la acción del Espíritu está guiando hacia dónde deben remar, hacer la “ciaboga” nuestros Pastores, retomando los carismas de las primeras comunidades, donde los hombres y mujeres, ponían todo en común: capacidades, bienes, talentos y las obras de Misericordia.
María nos indica el Camino a seguir, sin otra aspiración, que ser presencia activa y fecundo fruto del Amor de Jesús.
Vamos contigo María, cantando el himno de alabanza y gratitud:
¡MI ALMA SE ENGRANDECE EN EL SEÑOR, MI ESPÍRITU SALTA DE GOZO EN DIOS SALVADOR!
Miren Josune.
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