Obra de la Compañía de Jesús en España para propiciar el diálogo Fe-Cultura-Justicia.
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Las religiones han practicado el bautismo de una manera u otra y siguiendo su rito establecido. Hay un deseo diría que innato de purificación y transparencia, borrar de algún modo, la huella de nuestros pecados, errores y fragilidades humanas. Incluso lograrlo nos produce sanación y una profunda Paz interior.
Nuestra mirada se adentra en la escena del Bautismo, la cual, tiene un protagonista singular, que sólo en apariencia, no se distingue, de cuantos acuden a bautizarse por Juan, en las aguas del río Jordán.
Jesús comienza así su Misión, dándonos la primera lección de humildad, sin la ostentación ni el deseo de notoriedad alguna; se sitúa en la fila de turno, como un hombre más entre los hijos de Abrahám.
El Amor de Dios tiene puesta su preferencia, en los humildes de corazón y quienes dejan su vida con entera confianza, en manos de su Providencia.
Todo tiene un por qué y para qué en la voluntad de Dios. El hombre y la mujer, deben hacer silencio interior y escuchar la Palabra de Dios. En la escena del Bautismo de Jesús, hay mucho de contemplación, de dejar obrar a Dios en nosotros, acercarse al Misterio de su Amor con respeto y obediencia.
Juan responde al requerimiento de Jesús: ¿Y tú vienes a mí para que te bautice? Soy yo quien necesita ser bautizado por Tí. La respuesta de Jesús no puede ser otra, que la actitud humilde de quien ha venido a compartir “la suerte” del hombre: “Déjalo ahora, conviene cumplir la justicia (voluntad) de Dios”.
En este río Sagrado, a través de la persona de Jesús, Dios tiene algo importante que decirnos: “Este es mi Hijo Amado, mi predilecto, en quien tengo todas mis alegrías”. Susurro y aliento del Espíritu, que nos habita e invita a descubrir la verdadera Gracia del Bautismo.
No es el rito únicamente lo que nos salva, transforma nuestra condición de pecadores, sino tener preparado el corazón, abiertos a las “sorpresas” de Dios con entera confianza.
Bautismo del Espíritu, que limpia la interioridad del Ser
humano, pecados, adherencias insanas, que ahogan el deseo de conformar esta vida a la voluntad del Padre y “renacer” de nuevo, sumergirnos en ese manantial de Amor, que Jesús ha venido a traer a nuestra vida.
10 enero, 2019 at 12:25 pm
BAUTIZADOS EN EL ESPÍRITU.
Las religiones han practicado el bautismo de una manera u otra y siguiendo su rito establecido. Hay un deseo diría que innato de purificación y transparencia, borrar de algún modo, la huella de nuestros pecados, errores y fragilidades humanas. Incluso lograrlo nos produce sanación y una profunda Paz interior.
Nuestra mirada se adentra en la escena del Bautismo, la cual, tiene un protagonista singular, que sólo en apariencia, no se distingue, de cuantos acuden a bautizarse por Juan, en las aguas del río Jordán.
Jesús comienza así su Misión, dándonos la primera lección de humildad, sin la ostentación ni el deseo de notoriedad alguna; se sitúa en la fila de turno, como un hombre más entre los hijos de Abrahám.
El Amor de Dios tiene puesta su preferencia, en los humildes de corazón y quienes dejan su vida con entera confianza, en manos de su Providencia.
Todo tiene un por qué y para qué en la voluntad de Dios. El hombre y la mujer, deben hacer silencio interior y escuchar la Palabra de Dios. En la escena del Bautismo de Jesús, hay mucho de contemplación, de dejar obrar a Dios en nosotros, acercarse al Misterio de su Amor con respeto y obediencia.
Juan responde al requerimiento de Jesús: ¿Y tú vienes a mí para que te bautice? Soy yo quien necesita ser bautizado por Tí. La respuesta de Jesús no puede ser otra, que la actitud humilde de quien ha venido a compartir “la suerte” del hombre: “Déjalo ahora, conviene cumplir la justicia (voluntad) de Dios”.
En este río Sagrado, a través de la persona de Jesús, Dios tiene algo importante que decirnos: “Este es mi Hijo Amado, mi predilecto, en quien tengo todas mis alegrías”. Susurro y aliento del Espíritu, que nos habita e invita a descubrir la verdadera Gracia del Bautismo.
No es el rito únicamente lo que nos salva, transforma nuestra condición de pecadores, sino tener preparado el corazón, abiertos a las “sorpresas” de Dios con entera confianza.
Bautismo del Espíritu, que limpia la interioridad del Ser
humano, pecados, adherencias insanas, que ahogan el deseo de conformar esta vida a la voluntad del Padre y “renacer” de nuevo, sumergirnos en ese manantial de Amor, que Jesús ha venido a traer a nuestra vida.
Gracias por compartir.
Miren Josune.
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