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Allá arriba, en el monte Tabor, van a experimentar y sentir, los amigos de Jesús, un inolvidable acontecer: contemplar a Jesús “transfigurado”, su rostro lleno de radiante Luz, sus vestiduras de un blanco resplandeciente.
Puede parecer un relato, en el cual, se quisiera hacer resaltar la veracidad de los hechos, con mezcla de “efectos especiales”.
Es más transparente pensar, en el cielo luminoso y diáfano de un día de sol radiante, en plena Naturaleza, reflejando su luz en el rostro y vestiduras de Jesús.
Sin duda, aquélla realidad vivida con sus más cercanos amigos, era ya preludio y manifestación, de la Gloriosa Resurrección.
Escenario incomparable, en el cual, Jesús se manifestará, en el hecho sorprendente que nos relata el evangelista: Dios, va a expresar su Amor y su voluntad, confirmando la Gloria de Jesús: Es mi hijo Amado, mi predilecto, ¡escuchadle!.
Los amigos de Jesús, confusos por el letargo del sueño, sienten sobrecogidos por un momento, creyendo escuchar en medio de aquél silencio, “la voz” de Dios.
Aquéllos hombres, no olvidarán aquélla Luz luminosa de Jesús y la “voz” que hablaba dentro de su corazón, haciendo exclamar a Pedro con gozo y entusiasmo: ¡Señor, qué bien estamos aquí, hagamos pues tres tiendas!
Sin duda, agrada estar “arriba” y en esa “cima” donde sentirnos amados, reconocidos, tenidos en cuenta y respetados. Luego, las realidades sufrientes de la vida, se imponen, presentan las adversidades y obstáculos que debemos salvar, saber afrontar superando las resistencias que hallamos en el camino. Justo es reconocer cuanto nos hace bien, sino fuera, por tantos-as como coartan con su actitud de dominio e imposición, acaparar y expropiar el espacio del otro, siempre por “encima de”.
Al hombre y la mujer de hoy, siempre con prisa, como quien ávidamente devora la vida, les cuesta entrar en esa dimensión profunda e íntima, del Espíritu que nos habita. Incluso niegan esta Verdad, como si no fuera parte esencial de nuestra vida. Dios no es, el “eterno ausente” de la Creación, indiferente a sus criaturas, aunque muchos-as le ignoren y consideren extraño. El vacío existencial, no procede de Dios, sino de la autosuficiencia y soberbia humana.
No siempre somos capaces de llegar a entender y comprender, el “Silencio” de Dios; podemos, si, afirmar con certeza, que su “voz” nunca se ha apagado. Es, al igual que aquél lejano día, el eco de su Palabra, proclamada a los “cuatro vientos”, dejando tras ella, la “voz” del Espíritu, que permanece impulsando su aliento: ¡Este es mi hijo Amado, escuchadle! Jesús tiene puesta su mirada en lo esencial: el ser humano. Desde ahí, nos guiará, a través del testimonio vivo de su Amor. Para hacerlo realidad, Jesús nos ha enseñado, cómo es necesario bajar de la “cima”, de nuestros pedestales, y dejar de sentirnos encumbrados de gloria, instalados en la aureola de triunfos que enalten el ego y llena de soberbia el obrar. Así, no es posible acercarnos a los otros, sentir su sufrimiento, el de los “crucificados” de la vida. Es la propuesta que nos ofrece Jesús, si queremos compartir un día su Gloria.
Un cristiano coherente, nunca vive “instalado y aislado” en su personal “tienda”, con su grupo. Se mantiene libre de intereses y de esos afanes que no sirven a nadie. ¡Qué bien estamos aquí! Puede que sea así. Más, Jesús, nos dice: “hay que “abajarse” y retornar a la realidad de la vida, “palpar” de cerca, las cruces del camino, dejar atrás, mezquinos “laureles de gloria”.
¡Cuidado con los flashes!. Esos de aparente brillo, cual “humo” que ciega. Es otro, el cambio a esa vida transfigurada, llena de transparente claridad: dejar que su Luz, inunde de honestidad el corazón, mostrando a los otros, el verdadero rostro de su Amor.
Jesús, quiere encontrarse con nuestra fragilidad, la realidad de nuestra vida. Nos invita a dejar tantos ruidos y afanes, a buscar ese “SILENCIO DE AMOR”, en la ¡ESCUCHA DE SU PALABRA!
13 marzo, 2019 at 11:41 pm
PRELUDIO DE LA GLORIA
iEs mi hijo Amado, el escogido, escuchadle!
Allá arriba, en el monte Tabor, van a experimentar y sentir, los amigos de Jesús, un inolvidable acontecer: contemplar a Jesús “transfigurado”, su rostro lleno de radiante Luz, sus vestiduras de un blanco resplandeciente.
Puede parecer un relato, en el cual, se quisiera hacer resaltar la veracidad de los hechos, con mezcla de “efectos especiales”.
Es más transparente pensar, en el cielo luminoso y diáfano de un día de sol radiante, en plena Naturaleza, reflejando su luz en el rostro y vestiduras de Jesús.
Sin duda, aquélla realidad vivida con sus más cercanos amigos, era ya preludio y manifestación, de la Gloriosa Resurrección.
Escenario incomparable, en el cual, Jesús se manifestará, en el hecho sorprendente que nos relata el evangelista: Dios, va a expresar su Amor y su voluntad, confirmando la Gloria de Jesús: Es mi hijo Amado, mi predilecto, ¡escuchadle!.
Los amigos de Jesús, confusos por el letargo del sueño, sienten sobrecogidos por un momento, creyendo escuchar en medio de aquél silencio, “la voz” de Dios.
Aquéllos hombres, no olvidarán aquélla Luz luminosa de Jesús y la “voz” que hablaba dentro de su corazón, haciendo exclamar a Pedro con gozo y entusiasmo: ¡Señor, qué bien estamos aquí, hagamos pues tres tiendas!
Sin duda, agrada estar “arriba” y en esa “cima” donde sentirnos amados, reconocidos, tenidos en cuenta y respetados. Luego, las realidades sufrientes de la vida, se imponen, presentan las adversidades y obstáculos que debemos salvar, saber afrontar superando las resistencias que hallamos en el camino. Justo es reconocer cuanto nos hace bien, sino fuera, por tantos-as como coartan con su actitud de dominio e imposición, acaparar y expropiar el espacio del otro, siempre por “encima de”.
Al hombre y la mujer de hoy, siempre con prisa, como quien ávidamente devora la vida, les cuesta entrar en esa dimensión profunda e íntima, del Espíritu que nos habita. Incluso niegan esta Verdad, como si no fuera parte esencial de nuestra vida. Dios no es, el “eterno ausente” de la Creación, indiferente a sus criaturas, aunque muchos-as le ignoren y consideren extraño. El vacío existencial, no procede de Dios, sino de la autosuficiencia y soberbia humana.
No siempre somos capaces de llegar a entender y comprender, el “Silencio” de Dios; podemos, si, afirmar con certeza, que su “voz” nunca se ha apagado. Es, al igual que aquél lejano día, el eco de su Palabra, proclamada a los “cuatro vientos”, dejando tras ella, la “voz” del Espíritu, que permanece impulsando su aliento: ¡Este es mi hijo Amado, escuchadle! Jesús tiene puesta su mirada en lo esencial: el ser humano. Desde ahí, nos guiará, a través del testimonio vivo de su Amor. Para hacerlo realidad, Jesús nos ha enseñado, cómo es necesario bajar de la “cima”, de nuestros pedestales, y dejar de sentirnos encumbrados de gloria, instalados en la aureola de triunfos que enalten el ego y llena de soberbia el obrar. Así, no es posible acercarnos a los otros, sentir su sufrimiento, el de los “crucificados” de la vida. Es la propuesta que nos ofrece Jesús, si queremos compartir un día su Gloria.
Un cristiano coherente, nunca vive “instalado y aislado” en su personal “tienda”, con su grupo. Se mantiene libre de intereses y de esos afanes que no sirven a nadie. ¡Qué bien estamos aquí! Puede que sea así. Más, Jesús, nos dice: “hay que “abajarse” y retornar a la realidad de la vida, “palpar” de cerca, las cruces del camino, dejar atrás, mezquinos “laureles de gloria”.
¡Cuidado con los flashes!. Esos de aparente brillo, cual “humo” que ciega. Es otro, el cambio a esa vida transfigurada, llena de transparente claridad: dejar que su Luz, inunde de honestidad el corazón, mostrando a los otros, el verdadero rostro de su Amor.
Jesús, quiere encontrarse con nuestra fragilidad, la realidad de nuestra vida. Nos invita a dejar tantos ruidos y afanes, a buscar ese “SILENCIO DE AMOR”, en la ¡ESCUCHA DE SU PALABRA!
Miren Josune
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