Obra de la Compañía de Jesús en España para propiciar el diálogo Fe-Cultura-Justicia.
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Hemos escuchado, este bello y entrañable relato del Evangelio de Lucas. En él queda reflejada, la Misericordia justa del Padre Bueno, esperando el retorno del hijo, que se alejó de su Amor. Contemplamos la mirada del Padre entristecido y perdida a lo lejos. ¿Donde hallar al hijo y poder llenar, el profundo vacío de su insaciable existencia? Es la ausencia que nunca podrá borrar, el inmenso y profundo Amor del Padre. Tan sólo ha de “volver a empezar”, fundirse en ese cálido e íntimo abrazo del Padre e ir así, llenando de Amor, el vacío del corazón.
Debemos pensar con certeza, que el amor de los padres, no tiene fecha de caducidad, pues siempre están ahí, en el umbral que es, “la puerta del corazón”.
La experiencia nos ayuda y va enseñando, a mirar de frente la fragilidad, sin esa huída hacia ninguna parte. Darnos cuenta de que, existen “pérdidas” aún recuperables. No es lógico ni bueno pensar, que toda partida del hogar, es mala y conllevará deplorables consecuencias. Al contrario, puede ser, una opción de realización personal, si cabe más plena, que abra horizontes y nuevas oportunidades, para poder así alcanzar, los logros y proyectos esperados. Hay que “saber perderse” y discernir el para qué, arriesgar por cuanto da sentido a nuestra vida, saber emplear bien, la gran herencia de valores, carismas y talentos, los dones espirituales como, sin duda, hemos recibido.
No siempre la Misericordia, tiene, esa respuesta humana y justa, la que nos interpela y llama a nuestro corazón. “Hermanos mayores”, coartando la libertad e interceptando el camino, los cuales, se consideran con pleno derecho, poniendo veto a la Misericordia del Padre. Es la evidencia constatable, negando la acogida al otro e impidiendo el compartir fraterno.
La CONVERSIÓN, no es sólo regresar arrepentido-a, y volver a la Casa del Padre. (La Iglesia) Se necesita encontrar, la justa y humana Misericordia, que acoja y escuche, consuele y aliente, se alegre del bien con el otro, y estar dispuestos a evitar, toda actitud farisea y rígida, de imposición y dominio, la de quienes “lavan la colada”, con la debilidad ajena.
No debemos ignorar, que el regreso viene siempre acompañado, con la carga pesada del sufrimiento, las heridas causadas, a causa del pecado propio y ajeno, buscando hallar, la mano tendida y humano gesto, que ayude a la verdadera y fiel CONVERSIÓN del corazón y la Sanación del espíritu. He aquí, que la Alegría y gozo del Padre, se tornan en triste lamento:
¿No comprendes hijo mío, que tu hermano andaba perdido y ha sido hallado, estaba hundido y muerto, y le hemos recobrado a la vida?
El Papa Francisco, con clara visión de las crudas realidades, que sufre el hombre y mujer de nuestros días, ya se ha venido pronunciando al respecto: “las parroquias deberán ser, hospitales de sanación, el lugar donde se curen las heridas de la fragilidad y el pecado, pudiendo hallar, el justo y humano cobijo, en la Misericordia del Padre”.
Hay quienes se expropian el espacio y tareas, no como un servicio, sino como propiedad, haciendo intransitable todo el camino de retorno, llenándolo de envidia, rivalidad y rechazo.
Más que servicio, parecen estár compitiendo en una “carrera de fondo”, pensando que son los y las “imprescindibles” y exigiendo al Padre con injustos reproches, no se prodigue ni tenga a bien, ninguna consideración con el hermano. Otra manera indirecta de estar reclamando “su paga y herencia”.
Deberíamos preguntarnos: ¿cómo recibo yo la Eucaristía, en desunión y clara enemistad? ¿Me estorba el otro, considero rival y obstáculo, el que coarta mi propio interés? ¿Es esa la Comunión que vivo en el Amor?
Y paradoja asombrosa, la que puede turbarnos y hacernos recapacitar, en tantas absurdas actitudes, que son provocadas por quienes, sin duda, tanta Misericordia compasiva, tanto perdón, comprensión y ayuda han recibido y, sin embargo, hoy se atreven a tratar, con críticas difamatorias a sus semejantes.
Duele decir: ¿Qué empeño hay en no respetar, el legítimo, justo y digno derecho del otro?
No creamos más tristezas a nuestro Padre: dejad que suene en armonía la música y “dance” lleno de Alegría el corazón. Es tiempo de compartir el perdón y la Misericordia, reconciliados y en paz, sin reproches ni juicios. No sobra nadie en el banquete del AMOR.
28 marzo, 2019 at 8:49 am
LA “PAGA” DEL AMOR, EN LA JUSTA MISERICORDIA.
Hemos escuchado, este bello y entrañable relato del Evangelio de Lucas. En él queda reflejada, la Misericordia justa del Padre Bueno, esperando el retorno del hijo, que se alejó de su Amor. Contemplamos la mirada del Padre entristecido y perdida a lo lejos. ¿Donde hallar al hijo y poder llenar, el profundo vacío de su insaciable existencia? Es la ausencia que nunca podrá borrar, el inmenso y profundo Amor del Padre. Tan sólo ha de “volver a empezar”, fundirse en ese cálido e íntimo abrazo del Padre e ir así, llenando de Amor, el vacío del corazón.
Debemos pensar con certeza, que el amor de los padres, no tiene fecha de caducidad, pues siempre están ahí, en el umbral que es, “la puerta del corazón”.
La experiencia nos ayuda y va enseñando, a mirar de frente la fragilidad, sin esa huída hacia ninguna parte. Darnos cuenta de que, existen “pérdidas” aún recuperables. No es lógico ni bueno pensar, que toda partida del hogar, es mala y conllevará deplorables consecuencias. Al contrario, puede ser, una opción de realización personal, si cabe más plena, que abra horizontes y nuevas oportunidades, para poder así alcanzar, los logros y proyectos esperados. Hay que “saber perderse” y discernir el para qué, arriesgar por cuanto da sentido a nuestra vida, saber emplear bien, la gran herencia de valores, carismas y talentos, los dones espirituales como, sin duda, hemos recibido.
No siempre la Misericordia, tiene, esa respuesta humana y justa, la que nos interpela y llama a nuestro corazón. “Hermanos mayores”, coartando la libertad e interceptando el camino, los cuales, se consideran con pleno derecho, poniendo veto a la Misericordia del Padre. Es la evidencia constatable, negando la acogida al otro e impidiendo el compartir fraterno.
La CONVERSIÓN, no es sólo regresar arrepentido-a, y volver a la Casa del Padre. (La Iglesia) Se necesita encontrar, la justa y humana Misericordia, que acoja y escuche, consuele y aliente, se alegre del bien con el otro, y estar dispuestos a evitar, toda actitud farisea y rígida, de imposición y dominio, la de quienes “lavan la colada”, con la debilidad ajena.
No debemos ignorar, que el regreso viene siempre acompañado, con la carga pesada del sufrimiento, las heridas causadas, a causa del pecado propio y ajeno, buscando hallar, la mano tendida y humano gesto, que ayude a la verdadera y fiel CONVERSIÓN del corazón y la Sanación del espíritu. He aquí, que la Alegría y gozo del Padre, se tornan en triste lamento:
¿No comprendes hijo mío, que tu hermano andaba perdido y ha sido hallado, estaba hundido y muerto, y le hemos recobrado a la vida?
El Papa Francisco, con clara visión de las crudas realidades, que sufre el hombre y mujer de nuestros días, ya se ha venido pronunciando al respecto: “las parroquias deberán ser, hospitales de sanación, el lugar donde se curen las heridas de la fragilidad y el pecado, pudiendo hallar, el justo y humano cobijo, en la Misericordia del Padre”.
Hay quienes se expropian el espacio y tareas, no como un servicio, sino como propiedad, haciendo intransitable todo el camino de retorno, llenándolo de envidia, rivalidad y rechazo.
Más que servicio, parecen estár compitiendo en una “carrera de fondo”, pensando que son los y las “imprescindibles” y exigiendo al Padre con injustos reproches, no se prodigue ni tenga a bien, ninguna consideración con el hermano. Otra manera indirecta de estar reclamando “su paga y herencia”.
Deberíamos preguntarnos: ¿cómo recibo yo la Eucaristía, en desunión y clara enemistad? ¿Me estorba el otro, considero rival y obstáculo, el que coarta mi propio interés? ¿Es esa la Comunión que vivo en el Amor?
Y paradoja asombrosa, la que puede turbarnos y hacernos recapacitar, en tantas absurdas actitudes, que son provocadas por quienes, sin duda, tanta Misericordia compasiva, tanto perdón, comprensión y ayuda han recibido y, sin embargo, hoy se atreven a tratar, con críticas difamatorias a sus semejantes.
Duele decir: ¿Qué empeño hay en no respetar, el legítimo, justo y digno derecho del otro?
No creamos más tristezas a nuestro Padre: dejad que suene en armonía la música y “dance” lleno de Alegría el corazón. Es tiempo de compartir el perdón y la Misericordia, reconciliados y en paz, sin reproches ni juicios. No sobra nadie en el banquete del AMOR.
Miren Josune.
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