Obra de la Compañía de Jesús en España para propiciar el diálogo Fe-Cultura-Justicia.
Somos parte de una red conformada por más de 20 Centros en toda España.
En medio de la noche y oscuridad, Jesús se acerca a la orilla del lago Galilea. Enciende unas brasas, tan sólo un pescado y pan sobre ellas. De manera poco convencional, mira a sus amigos y discípulos, reclama la atención sobre sí: ¡Eh, muchachos!, ¿tenéis algo de pescado para comer?. Esta vez, la desesperanza se convierte, en estremecida e íntima sorpresa, como si fuera efecto, del cansancio y faenar de la noche: ¡Es el Señor!, exclama Juan.
Es necesario “volver a empezar” y recobrar de nuevo la Esperanza, la certeza del Amor de Jesús, VIVO y RESUCITADO.
Como bien nos ha expresado el P. Javier: es en el cotidiano vivir de cada día, atravesado a veces por el dolor y adversidad, donde el Amor se muestra creíble, a través de los gestos sencillos, compartiendo las tristezas, ofreciendo apoyo, ayudando a vivir, mostrándonos acogedores y cercanos.
¡Surge el milagro! La pesca increíble.
En esta encomiable tarea, estamos todos-as, llamados a implicarnos, a descubrir que también en la Iglesia, en los grupos y las comunidades, la Paz y armonía entre todos-as, en la convivencia fraterna, es “urgencia” ineludible a tener en cuenta y considerar.
La Iglesia no debe ser ghetto, en el cual, tengan cabida unos pocos, el grupo establecido, los que erigidos en su plataforma, pretendan hacer objeto de rechazo a los demás. He aquí que, Jesús, acoge y perdona a todos-as sin excepción, pidiéndonos el testimonio fiel y compromiso en el servicio: Pedro, ¿me amas?…
No seamos “agoreros” y rivales de los otros, ni creamos tener derecho a “vetar”, el espacio y servicio asignados, como si fuera propiedad privada. La humildad, es digna virtud, de los corazones sencillos, la que siempre ha de estár, presente en nuestras actitudes y obrar, recordando las palabras de Jesús: “sin mí, no podéis hacer nada”.
Después de cenar, entabla Jesús el diálogo con Pedro: Miradas que se cruzan, la complicidad silenciosa, son los porqués, que también hoy hace Jesús, pidiendo nuestra digna respuesta:
¿Simón, hijo de Juan, ¿me amas tú más que éstos?
Amigos, “las cuentas” han de estár claras con Jesús. Por tres veces es interpelado Pedro, acerca de su fiel e incondicional amor, recordándole las 3 veces que le negó y traicionó: Simón, ¿Me amas? La respuesta de Pedro “aletea y salta” en el aire, embargando su corazón de profunda emoción: ¡Señor, tú sabes todo de mí, sabes bien que te amo!. Jesús confirmará a Pedro, constituyendo así, el inicio de la Iglesia.
Jesús Resucitado, conocía bien, la fragilidad y el pecado de aquellos seguidores suyos. Sabía la zozobra angustiosa e incertidumbre, unidas a la desolación, que sus discípulos habían tenido que sufrir, viéndole a él ajusticiado, cruelmente herido y maltratado, juzgado y condenado a morir en Cruz.
Generaciones enteras en la historia de la Iglesia, han podido escuchar, este diálogo de Amor, el que Lucas nos relata, en las proximidades del lago Galilea. Palabras sentidas y emocionadas de Pedro, que impactaron también en los demás; hoy nos interpelan a nosotros-as, fieles seguidores de Jesús, quien conmovido en su Corazón, derrama su Amor sobre Pedro: “apacienta mis corderos y ovejas”. Pastores del ayer y el ahora, siguidores-as respondiendo al Amor de Jesús: ¿me amas?
Misión compartida en objetivos y fines comunes, cotidiana tarea en el servicio entregado, pronta y diligente actitud, la humildad y respeto en el trato, sensibilidad, delicadeza y discreción, las buenas maneras. Son las semillas y los granos, sobre el surco de la tierra fértil. Vamos tejiendo despacio esa RED, un pedacito cada uno, luego haremos caso a Jesús que nos dice: “echar las redes otra vez”.
Cuando se trata de creer en Jesús Resucitado, pues la carga ni pesa ni revienta la red, tan sólo hace falta, escuchar a Jesús. ¡Y mucho Amor!
1 mayo, 2019 at 3:53 am
APOSTANDO POR EL AMOR
En medio de la noche y oscuridad, Jesús se acerca a la orilla del lago Galilea. Enciende unas brasas, tan sólo un pescado y pan sobre ellas. De manera poco convencional, mira a sus amigos y discípulos, reclama la atención sobre sí: ¡Eh, muchachos!, ¿tenéis algo de pescado para comer?. Esta vez, la desesperanza se convierte, en estremecida e íntima sorpresa, como si fuera efecto, del cansancio y faenar de la noche: ¡Es el Señor!, exclama Juan.
Es necesario “volver a empezar” y recobrar de nuevo la Esperanza, la certeza del Amor de Jesús, VIVO y RESUCITADO.
Como bien nos ha expresado el P. Javier: es en el cotidiano vivir de cada día, atravesado a veces por el dolor y adversidad, donde el Amor se muestra creíble, a través de los gestos sencillos, compartiendo las tristezas, ofreciendo apoyo, ayudando a vivir, mostrándonos acogedores y cercanos.
¡Surge el milagro! La pesca increíble.
En esta encomiable tarea, estamos todos-as, llamados a implicarnos, a descubrir que también en la Iglesia, en los grupos y las comunidades, la Paz y armonía entre todos-as, en la convivencia fraterna, es “urgencia” ineludible a tener en cuenta y considerar.
La Iglesia no debe ser ghetto, en el cual, tengan cabida unos pocos, el grupo establecido, los que erigidos en su plataforma, pretendan hacer objeto de rechazo a los demás. He aquí que, Jesús, acoge y perdona a todos-as sin excepción, pidiéndonos el testimonio fiel y compromiso en el servicio: Pedro, ¿me amas?…
No seamos “agoreros” y rivales de los otros, ni creamos tener derecho a “vetar”, el espacio y servicio asignados, como si fuera propiedad privada. La humildad, es digna virtud, de los corazones sencillos, la que siempre ha de estár, presente en nuestras actitudes y obrar, recordando las palabras de Jesús: “sin mí, no podéis hacer nada”.
Después de cenar, entabla Jesús el diálogo con Pedro: Miradas que se cruzan, la complicidad silenciosa, son los porqués, que también hoy hace Jesús, pidiendo nuestra digna respuesta:
¿Simón, hijo de Juan, ¿me amas tú más que éstos?
Amigos, “las cuentas” han de estár claras con Jesús. Por tres veces es interpelado Pedro, acerca de su fiel e incondicional amor, recordándole las 3 veces que le negó y traicionó: Simón, ¿Me amas? La respuesta de Pedro “aletea y salta” en el aire, embargando su corazón de profunda emoción: ¡Señor, tú sabes todo de mí, sabes bien que te amo!. Jesús confirmará a Pedro, constituyendo así, el inicio de la Iglesia.
Jesús Resucitado, conocía bien, la fragilidad y el pecado de aquellos seguidores suyos. Sabía la zozobra angustiosa e incertidumbre, unidas a la desolación, que sus discípulos habían tenido que sufrir, viéndole a él ajusticiado, cruelmente herido y maltratado, juzgado y condenado a morir en Cruz.
Generaciones enteras en la historia de la Iglesia, han podido escuchar, este diálogo de Amor, el que Lucas nos relata, en las proximidades del lago Galilea. Palabras sentidas y emocionadas de Pedro, que impactaron también en los demás; hoy nos interpelan a nosotros-as, fieles seguidores de Jesús, quien conmovido en su Corazón, derrama su Amor sobre Pedro: “apacienta mis corderos y ovejas”. Pastores del ayer y el ahora, siguidores-as respondiendo al Amor de Jesús: ¿me amas?
Misión compartida en objetivos y fines comunes, cotidiana tarea en el servicio entregado, pronta y diligente actitud, la humildad y respeto en el trato, sensibilidad, delicadeza y discreción, las buenas maneras. Son las semillas y los granos, sobre el surco de la tierra fértil. Vamos tejiendo despacio esa RED, un pedacito cada uno, luego haremos caso a Jesús que nos dice: “echar las redes otra vez”.
Cuando se trata de creer en Jesús Resucitado, pues la carga ni pesa ni revienta la red, tan sólo hace falta, escuchar a Jesús. ¡Y mucho Amor!
Miren Josune.
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