Obra de la Compañía de Jesús en España para propiciar el diálogo Fe-Cultura-Justicia.
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Multitud de veces hemos leído, en el transcurrir de nuestra vida, el día en el cual, Jesús, en aquella Cena memorable, tan lejana en el tiempo, tuvo a bien, dejarnos su presencia, memoria de su Amor, a través de la Eucaristía: Pan y Vino, convertidos en su Cuerpo y Sangre, entregados para nuestra Salvación.
Fueron sus palabras y toda su vida, el testimonio vivo y creíble que nos dejó, su presencia entre nosotros y el Mandamiento de su Amor.
Descubrir y sentir el Amor, dentro de nuestro SER, es la experiencia más grande y profunda de la vida, la que nos da su verdadero sentido. Amar no es fácil, nos implica de lleno a asumir el SÍ definitivo, en el compromiso fiel y responsable. Nunca el Amor acepta estár de “saldos y rebajas”. Ell paso del tiempo, nos va señalando el camino que hemos de recorrer, constatando que, ha merecido la pena, amar y apostar por ello sin medida.
Jesús, tuvo que confirmar, a través de su vida, su verdadera identidad. Ha llegado la hora de pronunciarse ante sus amigos, diciendo: “ahora este Hombre, va a ser Glorificado y el Padre, será Glorificado por mí. Si el Padre es Glorificado, también Él me Glorificará a mí, muy pronto lo hará”. Es el preludio de su Pasión, su muerte anunciada: hijitos míos, pronto voy a dejar de estar con vosotros”. Será la Gloria de Jesús, el triunfo de su Amor, poderoso y grande sobre el pecado y la muerte.
Amor es una palabra, tantas veces ultrajada, denostada, “manoseada”. Todos hablamos de amor, de dar y recibir, el gran regalo que significa, sentir, vivir el amor en nuestra vida. Tantas experiencias de amor, como seres humanos nacidos a esta vida. Inacabable el insondable y profundo deseo de amor, huella imborrable del Amor de Dios, la que habita en nuestro corazón, cuando amamos y nos sentimos amados.
Jesús nos recuerda, cómo hemos de acercarnos a ese “Santuario” del hombre y la mujer, donde sólo debe tener cabida el Amor.
Por supuesto, son muchos los cristianos, que han acogido el Mandamiento de Jesús: COMO YO OS HE AMADO. No es como tú quieras amar, ni tampoco como yo creo que amo, sino como el Amor de Jesús nos ha amado: Él, entregando toda su vida, “a corazón abierto”, tantas veces, “loco” de Amor por tí y por mí, por todos-as, haciendo siempre la voluntad del Padre.
Incontables seres humanos, están pidiendo “a gritos” mayor coherencia, sin la cual, se está haciendo, flaco y triste favor al Evangelio. En la intimidad del corazón, escucharemos la voz de Jesús que nos interpela: “Sólo quiero que os améis”.
Jesús, nos vuelve a recordar, cómo desea que hagamos verdad creíble su Amor, dejando paso a esos gestos y actitudes, las que nos hagan sentir viva su presencia entre nosotros-as.
Es cuestión de empezar, pensar en el comienzo de un renacer nuevo, cómo puedo hacer más amable, la vida de los hombres y mujeres que hoy se cruzarán y encontrarán conmigo; tener esa humana y empática expresión, como puede ser: el gesto de la sonrisa espontánea, la palabra de aliento, el saludo de gratitud hacia quienes nos han hecho bien, la escucha en la acogida fraterna, la que sabe “parar” el tiempo, dejar la prisa acelerada e invitar al otro: ¡vamos pues a tomar un café!
Luego, puede que surja mucho más que el simple encuentro, la certeza de ser, presencia buena y servicial para el otro, sin duda, como puede que sea también el otro para mí.
No son imposibles, ni que pudieran parecer difíciles de hacer realidad, si cambiamos nuestra mirada, la perspectiva, dejamos otras consideraciones de utilidad y provecho, cálculo interesado. El Amor es realidad, que merece la pena ser vivida; digno y justo de quienes somos cristianos, atrevernos a apostar por Jesús y su testimonio, en el cotidiano vivir de cada día.
Los gestos pequeños de Amor, que pasan desapercibidos y en servicial entrega, nos abren “la puerta” que nada ni nadie podrá cerrar, pues acercan a la Gloria del Padre.
16 mayo, 2019 at 8:10 am
COMO YO OS HE AMADO
Multitud de veces hemos leído, en el transcurrir de nuestra vida, el día en el cual, Jesús, en aquella Cena memorable, tan lejana en el tiempo, tuvo a bien, dejarnos su presencia, memoria de su Amor, a través de la Eucaristía: Pan y Vino, convertidos en su Cuerpo y Sangre, entregados para nuestra Salvación.
Fueron sus palabras y toda su vida, el testimonio vivo y creíble que nos dejó, su presencia entre nosotros y el Mandamiento de su Amor.
Descubrir y sentir el Amor, dentro de nuestro SER, es la experiencia más grande y profunda de la vida, la que nos da su verdadero sentido. Amar no es fácil, nos implica de lleno a asumir el SÍ definitivo, en el compromiso fiel y responsable. Nunca el Amor acepta estár de “saldos y rebajas”. Ell paso del tiempo, nos va señalando el camino que hemos de recorrer, constatando que, ha merecido la pena, amar y apostar por ello sin medida.
Jesús, tuvo que confirmar, a través de su vida, su verdadera identidad. Ha llegado la hora de pronunciarse ante sus amigos, diciendo: “ahora este Hombre, va a ser Glorificado y el Padre, será Glorificado por mí. Si el Padre es Glorificado, también Él me Glorificará a mí, muy pronto lo hará”. Es el preludio de su Pasión, su muerte anunciada: hijitos míos, pronto voy a dejar de estar con vosotros”. Será la Gloria de Jesús, el triunfo de su Amor, poderoso y grande sobre el pecado y la muerte.
Amor es una palabra, tantas veces ultrajada, denostada, “manoseada”. Todos hablamos de amor, de dar y recibir, el gran regalo que significa, sentir, vivir el amor en nuestra vida. Tantas experiencias de amor, como seres humanos nacidos a esta vida. Inacabable el insondable y profundo deseo de amor, huella imborrable del Amor de Dios, la que habita en nuestro corazón, cuando amamos y nos sentimos amados.
Jesús nos recuerda, cómo hemos de acercarnos a ese “Santuario” del hombre y la mujer, donde sólo debe tener cabida el Amor.
Por supuesto, son muchos los cristianos, que han acogido el Mandamiento de Jesús: COMO YO OS HE AMADO. No es como tú quieras amar, ni tampoco como yo creo que amo, sino como el Amor de Jesús nos ha amado: Él, entregando toda su vida, “a corazón abierto”, tantas veces, “loco” de Amor por tí y por mí, por todos-as, haciendo siempre la voluntad del Padre.
Incontables seres humanos, están pidiendo “a gritos” mayor coherencia, sin la cual, se está haciendo, flaco y triste favor al Evangelio. En la intimidad del corazón, escucharemos la voz de Jesús que nos interpela: “Sólo quiero que os améis”.
Jesús, nos vuelve a recordar, cómo desea que hagamos verdad creíble su Amor, dejando paso a esos gestos y actitudes, las que nos hagan sentir viva su presencia entre nosotros-as.
Es cuestión de empezar, pensar en el comienzo de un renacer nuevo, cómo puedo hacer más amable, la vida de los hombres y mujeres que hoy se cruzarán y encontrarán conmigo; tener esa humana y empática expresión, como puede ser: el gesto de la sonrisa espontánea, la palabra de aliento, el saludo de gratitud hacia quienes nos han hecho bien, la escucha en la acogida fraterna, la que sabe “parar” el tiempo, dejar la prisa acelerada e invitar al otro: ¡vamos pues a tomar un café!
Luego, puede que surja mucho más que el simple encuentro, la certeza de ser, presencia buena y servicial para el otro, sin duda, como puede que sea también el otro para mí.
No son imposibles, ni que pudieran parecer difíciles de hacer realidad, si cambiamos nuestra mirada, la perspectiva, dejamos otras consideraciones de utilidad y provecho, cálculo interesado. El Amor es realidad, que merece la pena ser vivida; digno y justo de quienes somos cristianos, atrevernos a apostar por Jesús y su testimonio, en el cotidiano vivir de cada día.
Los gestos pequeños de Amor, que pasan desapercibidos y en servicial entrega, nos abren “la puerta” que nada ni nadie podrá cerrar, pues acercan a la Gloria del Padre.
Miren Josune.
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