Obra de la Compañía de Jesús en España para propiciar el diálogo Fe-Cultura-Justicia.
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Hoy celebramos la fiesta de la Luz que alumbra los 7 dones, promesa del Espíritu Santo, la que Jesús nos anunció, como buen discernimiento y consuelo en nuestro caminar. Qué otras certezas y realidades, pueden compararse, a la abundancia de los carismas del Espíritu: la Sabiduría y el Entendimiento, la ciencia, el Consejo y Fortaleza, la Piedad compasiva, Sagrado y Santo Respeto a Dios.
Hay creciente escepticismo y hasta cierto pudor al mencionar y hablar entre nosotros, de las realidades del Espíritu, “aliento” de Amor y Vida. Sin embargo, creemos es dificultad que afecta a la interioridad del Ser: vivimos en el Espíritu, en la medida que hacemos fecundas sus obras. No todo es “oro lo que reluce”, ni es transparencia del Buen Espíritu. Es necesario reflejar el Amor que nos habita, conformar SER con el OBRAR.
En medio de tanta ambigüedad, tanta incertidumbre, el miedo y la inseguridad, tanto caminar “a tientas”, especulando “terrenos” y posibles hallazgos, dudando entre un arco iris de opciones, tropezando, cayendo en el error y torpeza… así percibimos la fragilidad del SER, la necesidad de encontrar, esa Luz que abra nuestra mirada, ilumine nuestra razón, exprese la Sabiduría del corazón, hallando así, el sentido de nuestra vida, la clara verdad de nuestras certezas.
Queramos o no reconocer, todo ser humano, anhela y busca encontrar respuesta, a muchos porqués de su existentencia; no puede vivir en la superficialidad ni quedarse en lo efímero, pues
siente muy dentro de sí, en esa intimidad de su corazón, la voz y llamada del Espíritu.
Encontraremos Paz y Alegría, el sentido a nuestra vida, si no ofrecemos resistencia al bien y nos dejamos habitar, llenar por el Espíritu, para que transforme y cambie nuestra fragilidad. Es la realidad innegable, tantas veces veces ignorada, la verdad y esencia de nuestro SER más íntimo, el Espíritu del Amor que nos llama a acoger y “arropar” la vida de los otros.
Con las puertas cerradas, llenos de angustia por temor a los judios, así estaban los amigos-as de Jesús. No era para menos. El sufrimiento que habían vivido y contemplado, la huída ante el espanto de la realidad e incertidumbre, les había “tocado”, dejando heridas abiertas difíciles de superar, sintiéndose huérfanos del Amor y la presencia del Amigo.
Jesús, golpea fuerte el portón, quiere se alcen los dinteles de aquel lúgubre y tenebroso lugar, cerrado y sombrío. Sus amigos, han de “volver a empezar” un camino nuevo, una Misión llena de Luz y Esperanza. Deben abrirse al mundo que les rodea, acercarse y comunicar a otros, la certeza de la experiencia vivida, sentir de nuevo “arder el corazón”. En medio del rumor impetuoso y fuerte, del viento huracanado, Jesús irrumpe en la estancia, rompiendo el hondo silencio de aquéllos corazones temerosos, vuelve a pronunciar de nuevo: “PAZ A VOSOTROS”. Les muestra las huellas de su Pasión, las señales que abran sus corazones y les “despierte” de sus miedos e incredulidad: herida del costado y las manos de Jesús.
El ser humano, es incansable y tenaz buscador de certezas, signos que le desvelen cuanto escapa a su razón limitada. El “barro” que cubre su existencia es frágil, se quiebra y rompe con facilidad. ¿Cómo hallar el sentido de ese SILENCIO del yo, que pueda ser habitado por el Espíritu del Amor y haga creíble la certeza? El Silencio no es un mutismo hermético y cerrado, sino don generoso del vacío de uno mismo, donde se entrega y nace la vida. Es íntimo anhelo de unión, de comunicación con el otro, de acariciar y abrazar su vida con Amor.
Hoy Jesús nos hace esta pregunta: ¿Qué Espíritu te acompaña frente al otro, en qué lenguaje te expresas, qué don le ofreces al otro? ¿Estás decidido y dispuesto a compartir? Pues abre bien la mirada y deja que hable tu corazón, dejando ver el Espíritu del Amor.
5 junio, 2019 at 2:42 pm
JESÚS, LUZ DE NUESTRA VIDA.
Hoy celebramos la fiesta de la Luz que alumbra los 7 dones, promesa del Espíritu Santo, la que Jesús nos anunció, como buen discernimiento y consuelo en nuestro caminar. Qué otras certezas y realidades, pueden compararse, a la abundancia de los carismas del Espíritu: la Sabiduría y el Entendimiento, la ciencia, el Consejo y Fortaleza, la Piedad compasiva, Sagrado y Santo Respeto a Dios.
Hay creciente escepticismo y hasta cierto pudor al mencionar y hablar entre nosotros, de las realidades del Espíritu, “aliento” de Amor y Vida. Sin embargo, creemos es dificultad que afecta a la interioridad del Ser: vivimos en el Espíritu, en la medida que hacemos fecundas sus obras. No todo es “oro lo que reluce”, ni es transparencia del Buen Espíritu. Es necesario reflejar el Amor que nos habita, conformar SER con el OBRAR.
En medio de tanta ambigüedad, tanta incertidumbre, el miedo y la inseguridad, tanto caminar “a tientas”, especulando “terrenos” y posibles hallazgos, dudando entre un arco iris de opciones, tropezando, cayendo en el error y torpeza… así percibimos la fragilidad del SER, la necesidad de encontrar, esa Luz que abra nuestra mirada, ilumine nuestra razón, exprese la Sabiduría del corazón, hallando así, el sentido de nuestra vida, la clara verdad de nuestras certezas.
Queramos o no reconocer, todo ser humano, anhela y busca encontrar respuesta, a muchos porqués de su existentencia; no puede vivir en la superficialidad ni quedarse en lo efímero, pues
siente muy dentro de sí, en esa intimidad de su corazón, la voz y llamada del Espíritu.
Encontraremos Paz y Alegría, el sentido a nuestra vida, si no ofrecemos resistencia al bien y nos dejamos habitar, llenar por el Espíritu, para que transforme y cambie nuestra fragilidad. Es la realidad innegable, tantas veces veces ignorada, la verdad y esencia de nuestro SER más íntimo, el Espíritu del Amor que nos llama a acoger y “arropar” la vida de los otros.
Con las puertas cerradas, llenos de angustia por temor a los judios, así estaban los amigos-as de Jesús. No era para menos. El sufrimiento que habían vivido y contemplado, la huída ante el espanto de la realidad e incertidumbre, les había “tocado”, dejando heridas abiertas difíciles de superar, sintiéndose huérfanos del Amor y la presencia del Amigo.
Jesús, golpea fuerte el portón, quiere se alcen los dinteles de aquel lúgubre y tenebroso lugar, cerrado y sombrío. Sus amigos, han de “volver a empezar” un camino nuevo, una Misión llena de Luz y Esperanza. Deben abrirse al mundo que les rodea, acercarse y comunicar a otros, la certeza de la experiencia vivida, sentir de nuevo “arder el corazón”. En medio del rumor impetuoso y fuerte, del viento huracanado, Jesús irrumpe en la estancia, rompiendo el hondo silencio de aquéllos corazones temerosos, vuelve a pronunciar de nuevo: “PAZ A VOSOTROS”. Les muestra las huellas de su Pasión, las señales que abran sus corazones y les “despierte” de sus miedos e incredulidad: herida del costado y las manos de Jesús.
El ser humano, es incansable y tenaz buscador de certezas, signos que le desvelen cuanto escapa a su razón limitada. El “barro” que cubre su existencia es frágil, se quiebra y rompe con facilidad. ¿Cómo hallar el sentido de ese SILENCIO del yo, que pueda ser habitado por el Espíritu del Amor y haga creíble la certeza? El Silencio no es un mutismo hermético y cerrado, sino don generoso del vacío de uno mismo, donde se entrega y nace la vida. Es íntimo anhelo de unión, de comunicación con el otro, de acariciar y abrazar su vida con Amor.
Hoy Jesús nos hace esta pregunta: ¿Qué Espíritu te acompaña frente al otro, en qué lenguaje te expresas, qué don le ofreces al otro? ¿Estás decidido y dispuesto a compartir? Pues abre bien la mirada y deja que hable tu corazón, dejando ver el Espíritu del Amor.
Miren Josune.
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