Obra de la Compañía de Jesús en España para propiciar el diálogo Fe-Cultura-Justicia.
Hacemos parte de una red conformada por más de 20 Centros en todo el país.
Hoy comenzamos el relato de los Evangelios, corresponden al Tiempo Ordinario.
El de este Domingo, nos plantea el seguimiento a Jesús y algunas de las controversias que los discípulos mantienen, acerca de la Justicia de Dios y la que nosotros empleamos con nuestros hermanos-as: la Libertad y Justicia de Dios, que no pueden ni deben traficarse, son nuestra Dignidad.
He dicho hermano-a, porque esta palabra, parece que causa hasta cierto rubor, algo extraño e indiferente, que molesta en la conciencia de algunos-as o que sólo unos pocos se creen.
Ante la sin razón y el sin sentido de tantos hechos y actitudes, escucha Jesús a sus discípulos decir: Señor, ¿quieres que mandemos bajar del cielo, fuego sobre la Tierra?. Justicia que demasiados-as pretenden hacerse “por su cuenta”, poder resarcirse de lo que consideran, agravio a sus derechos.
LA DIGNIDAD Y LOS DERECHOS SON DE TODOS Y TODAS. Pues no parecen entenderlo.
Jesús no entra en disertaciones ni polémicas humanas, conoce bien el modo de proceder, de quienes rara vez se interpelan, hacen la honesta y cabal reflexión, acerca de su mal intencionado comportamiento.
Es justo y digno elevar nuestro clamor y lamento, pedir por los abandonados , los maltratados por la vida que andan hundidos, sin que nadie les escuche, les ofrezca la ternura del Amor de Dios y cercana compasión ante sus heridas. Creíble es pensar, en el Padre Bueno, haciéndonos Justicia, dándonos su Amor.
La LIBERTAD a la cual Jesús llama a sus seguidores-as, no es aquélla en la que cada uno actúa y camina “a su bola”, se deja llevar del “todos lo hacen”, el pronunciamiento de “siempre se ha hecho así”, del cual nos habla el P. Javier, y que ignora el compromiso de transformación y cambio a mejor, coherentes y creíbles, en la LIBERTAD que ha de ser, la identidad de quienes siguen a Jesús.
LIBERTAD para un honesto y cabal pensar, para discernir con equidad, el bien para todos-as, sin acepción alguna, y para AMAR como Jesús nos ha amado. Otras esperanzas, los proyectos y deseos, bien están, sin olvidar la palabra de Jesús: “sin mí, no podéis hacer nada”
Hace falta que nos lo creamos, que pensemos en esa Justicia de Dios, que busca el bien para todos-as, es Misericordia y no “buenísmo fácil”, complaciente con las tropelías y los abusos dominantes de los “trepas” de turno, cuya identidad y libertad, busca “lo mío”, mi ambición, en lugar de lo NUESTRO, mi AMOR compartido.
La Iglesia no está para soportar por más tiempo, la tempestad del mar agitado en su seno, provocando en los seguidores de Jesús, confusión, abandono y perplejidad. Tenemos el Sagrado deber de cuidarla y protegerla, formar parte de la Misión que Jesús nos pide hoy, a los cristianos-as, dispuestos a hacer creíble el Mandamiento de su Amor.
Fuera pues, afanes interesados, las conveniencias oportunas, el mirar lo que hacen otros, sintiendo envidia y queriendo rivalizar, competir como si fuera una “carrera de fondo” seguir a Jesús. Pidamos humano y justo criterio, saber discernir con transparencia, cuanto de bueno haga bien a nuestra vida.
Tenemos el “fuego” del Espíritu, que aviva y alienta, las “brasas encendidas” del corazón; será siempre en nuestra vida, la más digna recompensa: el Amor que nos habita.
26 junio, 2019 at 11:31 am
LA LIBERTAD Y JUSTICIA NO SE TRAFICAN.
Hoy comenzamos el relato de los Evangelios, corresponden al Tiempo Ordinario.
El de este Domingo, nos plantea el seguimiento a Jesús y algunas de las controversias que los discípulos mantienen, acerca de la Justicia de Dios y la que nosotros empleamos con nuestros hermanos-as: la Libertad y Justicia de Dios, que no pueden ni deben traficarse, son nuestra Dignidad.
He dicho hermano-a, porque esta palabra, parece que causa hasta cierto rubor, algo extraño e indiferente, que molesta en la conciencia de algunos-as o que sólo unos pocos se creen.
Ante la sin razón y el sin sentido de tantos hechos y actitudes, escucha Jesús a sus discípulos decir: Señor, ¿quieres que mandemos bajar del cielo, fuego sobre la Tierra?. Justicia que demasiados-as pretenden hacerse “por su cuenta”, poder resarcirse de lo que consideran, agravio a sus derechos.
LA DIGNIDAD Y LOS DERECHOS SON DE TODOS Y TODAS. Pues no parecen entenderlo.
Jesús no entra en disertaciones ni polémicas humanas, conoce bien el modo de proceder, de quienes rara vez se interpelan, hacen la honesta y cabal reflexión, acerca de su mal intencionado comportamiento.
Es justo y digno elevar nuestro clamor y lamento, pedir por los abandonados , los maltratados por la vida que andan hundidos, sin que nadie les escuche, les ofrezca la ternura del Amor de Dios y cercana compasión ante sus heridas. Creíble es pensar, en el Padre Bueno, haciéndonos Justicia, dándonos su Amor.
La LIBERTAD a la cual Jesús llama a sus seguidores-as, no es aquélla en la que cada uno actúa y camina “a su bola”, se deja llevar del “todos lo hacen”, el pronunciamiento de “siempre se ha hecho así”, del cual nos habla el P. Javier, y que ignora el compromiso de transformación y cambio a mejor, coherentes y creíbles, en la LIBERTAD que ha de ser, la identidad de quienes siguen a Jesús.
LIBERTAD para un honesto y cabal pensar, para discernir con equidad, el bien para todos-as, sin acepción alguna, y para AMAR como Jesús nos ha amado. Otras esperanzas, los proyectos y deseos, bien están, sin olvidar la palabra de Jesús: “sin mí, no podéis hacer nada”
Hace falta que nos lo creamos, que pensemos en esa Justicia de Dios, que busca el bien para todos-as, es Misericordia y no “buenísmo fácil”, complaciente con las tropelías y los abusos dominantes de los “trepas” de turno, cuya identidad y libertad, busca “lo mío”, mi ambición, en lugar de lo NUESTRO, mi AMOR compartido.
La Iglesia no está para soportar por más tiempo, la tempestad del mar agitado en su seno, provocando en los seguidores de Jesús, confusión, abandono y perplejidad. Tenemos el Sagrado deber de cuidarla y protegerla, formar parte de la Misión que Jesús nos pide hoy, a los cristianos-as, dispuestos a hacer creíble el Mandamiento de su Amor.
Fuera pues, afanes interesados, las conveniencias oportunas, el mirar lo que hacen otros, sintiendo envidia y queriendo rivalizar, competir como si fuera una “carrera de fondo” seguir a Jesús. Pidamos humano y justo criterio, saber discernir con transparencia, cuanto de bueno haga bien a nuestra vida.
Tenemos el “fuego” del Espíritu, que aviva y alienta, las “brasas encendidas” del corazón; será siempre en nuestra vida, la más digna recompensa: el Amor que nos habita.
Miren Josune
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