ECOS DE LA PALABRA
Aviso: A partir del lunes 15 de julio de 2019 las secciones “Un espacio para la reflexión” y “Ecos de la Palabra” se publicarán en la página https://miradaalinterior.wordpress.com/
Mil gracias.
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9 julio, 2019 at 3:11 am
SAMARITANOS-AS DEL SIGLO XXI
En el tramo que desciende desde la ladera del monte en Jerusalén, a la legendaria ciudad de Jericó situada en el valle del Jordán, se escribe la historia de liberación del pueblo de Israel: Josué, entrando en la ciudad, bajo el estruendoso y triunfante sonido de tambores y trompetas. Atrás queda aquél camino polvoriento y desértico, convertido en tiempo de Jesús, en lúgrube guarida de bandidos y ladrones, salteadores en busca de fortuítas víctimas.
Una de las páginas más hermosas y que más me ha interpelado y ha conmovido mis entrañas, es este relato del Buen Samaritano. Nadie conoce su nombre, su parentesco, rango social, ni tampoco su estado y lugar exacto de su nacimiento; se sabe que procedía de Samaria, por tanto, enemigo político-religioso de los judios. Este extranjero anónimo, nos va a dar una lección magistral, no por la erudición de su lenguaje, sino por la hondura humana de su corazón.
No sólo ha quedado escrito, el elocuente testimonio de Amor compasivo y de Misericordia, el del Buen Samaritano, sino que Jesús mismo, encarnaba en su humanidad, el Amor del Padre, el cuál, sería don entregado a todos nosotros, para el perdón y sanación de todo pecado y fragilidad.
En nuestro mundo se consolida y afianza de modo imparable, la corriente entusiasta y llena de fuerza, el serio compromiso en la acción solidaria, despertando cada vez más, la conciencia de un mundo que sufre, el efecto devastador de las guerras, las hambrunas, tantas catástrofes naturales, males como aquejan al hombre y mujer de nuestros días. Sin duda, emerge ese voluntariado altruísta, signo de la Nueva Evangelización.
En contraposición, personas cuya fragilidad es latente, se encuentran con la incredulidad y excepticismo de tantos, a la hora de concebir un mundo más justo y humano, capaz de afrontar retos, dando solución a las lamentables realidades existentes. El discurso acerca del sufrimiento, ha quedado gastado, sin interpelación alguna de la conciencia, convertido en «ceguera y sordera», indiferencia que «pasa de largo» y hace «rodeo» para no ser vista. Pecado gravísimo es, la nula coherencia evangélica.
Son demasiados, los que viven el testimonio cristiano, pasivo y mediocre, sin otra motivación, que contemplar desde la crítica y resignación, el devenir de esta Iglesia, los males que la afligen. Pareciera que nadie se acuerda de asumir, el Mandamiento del AMOR, convirtiendo el mensaje de Jesús, en frutos para la Vida.
En medio del vértigo de tanta prisa, el «no tener tiempo» para el otro, es urgente aprender a pararse, no dejar que el tiempo controle la vida. Abrir nuestra mirada a ese hombre y mujer, que ya olvidaron la noción del transcurrir de los días, tienen «los cromos repetidos» de tanto ver pasar el tiempo
Alessandro Pronzato, en su libro EL BUEN SAMARITANO, «Viaje al Santuario del hombre», se expresa de este modo: Es la «urgencia» primera del cristiano, mirar al caído, acercarnos a su sufrimiento, dejarnos conmover las entrañas, desde el corazón humilde y compasivo. Y añade: la indiferencia es arma asesina, que entierra en vida al otro. No existe, no cuenta, se ignora su rostro, su dignidad y derechos.
Sin duda, para acercarse a los otros y contemplar su realidad, necesario es tener, entrañas de Misericordia y una gran dosis de humildad, al bajarnos de nuestra personal y segura «cabalgadura», acercarnos a sanar y aliviar las heridas, que sabemos laceran la vida de los otros: «tirados» en las «cunetas» y periferias de la vida, hundidos en el abandono y soledad de su casa y Residencia, negados en su dignidad y derechos, como objetos de «usar y tirar».
Sirve de poco el conocimiento y los logros humanos, el estricto protocolo del «fidedigno» hacer, y esa compasión pusilánime y estéril, que impide ver al otro, desde la cercanía del AMOR.
Luego vendrá el remedio, el bálsamo que cure las heridas. No importa de quien venga la ayuda, ni su credo e idiología; si alguien hace sentirnos vivos, acompañados en la dificultad y adversidad, alentados a seguir confiados en la Esperanza, de una vida más justa y fraterna, habrá merecido la pena, esa mano tendida, en la cuál, Dios derrama con ternura su Amor.
La Iglesia necesita Samaritanos y Samaritanas, en medio del mundo, llevar el Evangelio del Amor, allí donde la vida reclame nuestra presencia. La ternura y
sensibilidad de tantas mujeres, es valor en alza, que la Iglesia no debe ignorar más; somos en verdad necesarias, en medio de tanto ignorar y «pasar de largo» indiferente.
Miren Josune
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